dedicaba mis noches a imaginar
otros mundos. Un poco con la
ayuda del vino, y un poco con la
de la miel verde. No hay nada
mejor que imaginar otros mundos para
olvidar lo doloroso que es el mundo en que
vivimos. Por lo menos así pensaba yo
entonces. Todavía no había entendido que,
imaginando otros mundos, se acaba
por cambiar tambièn èste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario