11 de abril de 2010

Baudolina

                                                    cuando no era presa de las tentaciones de este mundo,
dedicaba mis noches a imaginar
otros mundos. Un poco con la
 ayuda del vino, y un poco con la 
de la miel verde. No hay nada
mejor que imaginar otros mundos para
olvidar lo doloroso que es el mundo en que
vivimos. Por lo menos así pensaba yo
entonces. Todavía no había entendido que,
imaginando otros mundos, se acaba
 por cambiar tambièn èste.

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